Estar bien para educar bien.
La docencia es una salida profesional que
cada día tiene más adeptos entre sus filas. Desde luego no es fácil llegar a
ser docente y más en la enseñanza pública, debido entre otros aspectos a la
gran masificación de estudiantes titulados que optan por un puesto fijo, o
simplemente y que no es poco, uno que les permita empezar a formar una vida
independiente.
Esta breve introducción, nos viene a indicar
lo difícil que es hoy en día conseguir un puesto de trabajo dentro del ámbito
donde quieres desarrollar tu profesión y tu progresión a lo largo de la vida;
pero más aún, es una vez lo tienes, disfrutar con ello; lo cual lleva
implícitamente hacer disfrutar a los demás.
Según estudios referentes, la masificación de
la escuela y el aumento de problemas de salud mental y malestar de los docentes,
son aspectos crecientes durante los últimos años en esta profesión (Tenti,
2007).
Con estos datos nos encontramos un porcentaje
considerable de profesores que por diferentes razones, entre otras las expuestas
anteriormente, no disfrutan con su trabajo, y sabemos que para educar bien
hemos de primera mano estar bien nosotros.
Es cierto que cada grupo de alumnos y concretamente
cada uno de forma individual, avanzará entorno a sus posibilidades, pero
siempre debemos saber que el papel del docente y sobre todo, aparte de sus
conocimientos sobre la materia, será la de transmitir a sus alumnos
tranquilidad, energía positiva, interés entre otros aspectos, y todo ello
ocurrirá si él mismo lo exterioriza mientras lleva a cabo el proceso de
enseñanza.
Por ello y para finalizar recordar: los
docentes somos en muchos casos un espejo para los alumnos, y su interés o
bienestar dentro del aula depende en gran medida de cómo impartamos esos
conocimientos.
Bibliografía:
Tenti, E. (2007). El oficio de
docente: vocación, trabajo y profesión en el siglo XXI. Buenos Aires. Siglo Veintiuno, 146.
Por Fernando Durán Correa.
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